El modelista es una persona particular. Una persona de esas de las que cada vez se ven y se conocen con menos frecuencia, una persona que a la que a pesar de los avatares de la vida diaria y exigencias del mundo moderno con tráfico, tecnología, estrés y responsabilidades familiares siempre encuentra el tiempo para volver a vivir. A vivir en ese mundo de ensueño representado por unas cuantas piezas de plástico que mezcladas con pegamento, pintura y altas dosis de paciencia le llevan a vivir experiencias que sólo en su prolongadísima niñez pudo vivir: combatir en una batalla de tanques, estar de alerta de un avión jet de combate amarrado a su asiento, despegar en 5 minutos y derribar a cañonazos un avión enemigo, llenarse de la gloria de mil batallas ganadas o encontrar la compasión del camarada caído, conducir el convertible de sus sueños o vivir la angustia y el hambre de una trinchera.
El modelista a pesar de sus canas y una alopecia incipiente que denota sus “treinta o cuarenta y tantos, tiene la increíble habilidad de regresar cada noche, cada fin de semana, aunque sea por media hora, a ser niño, a recobrar su inocencia y sus ilusiones de juventud a vivir en ese mundo de fantasía y de realidad, porque eso es justamente el modelismo la realidad convertida en miniatura. Los padres y hermanos, la esposa y los hijos todos viven en cierta medida junto con él su pasión, se habitúan al olor del solvente, (Otras veces no se habitúan mucho) se acostumbran a las cajas en el closet y las revistas de referencias en el librero a ver al ser querido delante de la computadora hasta altas horas de la noche buscando esa foto que le muestre los colores y detalles correctos para su modelo. La mayoría de sus compañeros de trabajo y vecinos lo podrán ver con ojos de extrañeza y hasta de cierta compasión pensando: “Este pobre aún juega con avioncitos”.
Todo lo anteriormente descrito y muchos detalles más reflejan el mundo del modelista y su entorno, ese mundo de fantasía y de ilusiones en el que vive, pero un día el Supremo Creador decidirá que la vida terrenal del modelista tocó a su fin, los modelos quedarán en la vitrina, las cajas en la bodega y las pinturas sobre el escritorio, en muchos casos sus cosas serán bien apreciadas por su familia o colegas y otras terminarán irremediablemente en la basura, pero a pesar del enorme vacío que su ausencia generará en su familia y grupo de amigos todas las ilusiones y viejas añoranzas materializadas en un modelo plástico, pasarán en la eternidad a convertirse en una feliz realidad.
Sergio Estuardo López.. Siempre te recordaremos por tu don de gentes y carácter afable, tu dedicación a tu familia y trabajo, tu buena mano para los tanques pero sobre todo por ser un gran amigo!!!!.